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¿Y si se aprobara la etiqueta de protección frente al #ruido de los edificios?

Cuando un sonido se convierte en algo molesto para los demás se convierte en ruido. Estamos demasiado acostumbrados a vivir con ruido, no sólo cuando estamos en un espacio exterior, especialmente en las ciudades, sino también cuando estamos en nuestra propia casa. A diario nos afecta el ruido provocado por el tráfico, las obras o las actividades de ocio cercanas, pero además de enfrentarnos al ruido del exterior también nos hemos acostumbrado a vivir en casas que no respetan la intimidad. De hecho, sabemos incluso cuándo ha llegado a casa el vecino, a qué hora apaga la televisión por la noche o cuando pone la lavadora, aunque no nos interese. Y lo peor de todo es que asumimos como algo normal, entre otras cosas, porque casi nadie con quien hablemos de este tema puede decir que vive en una vivienda silenciosa y con un nivel de aislamiento acústico adecuado.

La protección frente al ruido no es un simple capricho, no. El problema radica en que el ruido afecta gravemente a nuestra salud. Por ejemplo, provoca cambios en la frecuencia cardiaca, altera el sueño y provoca ansiedad, entre otras afecciones, hasta el punto de que, en personas que tienen enfermedades previas, sobre todo cardiovasculares, podría estar acortando su vida.

A nivel europeo se establece un nivel de ruido de 65 decibelios como el umbral máximo recomendado. Sin embargo, se calcula que en nuestro país más de 9 millones de personas estamos expuestos a niveles de ruido superiores. Los Estados miembros de la Unión Europea deben establecer mapas por niveles de ruido y elaborar planes estratégicos que aborden soluciones. En España se han promovido diferentes iniciativas en sectores como el de la movilidad y el transporte o el de la edificación, en el que el Código Técnico de la Edificación incluyó el Documento Básico DB-HR de protección frente al ruido de obligado cumplimiento para los edificios de nueva construcción.

Por su parte las entidades locales están intentando impulsar medidas que van desde la elaboración de mapas de ruido hasta el impulso de modelos de movilidad que fomenten el uso de modos más sostenibles, menos contaminantes y con menor nivel de ruido (vehículos eléctricos, tranvías, bicicleta, movilidad a pie).

En definitiva, se observa que cada vez son mayores los esfuerzos, por parte de todos los agentes, para cuantificar el problema y generar soluciones y podríamos afirmar que el ruido es una preocupación incorporada en la hoja de ruta de las administraciones, aunque todavía queda mucho por hacer.

Desde la Fundación La Casa que Ahorra, con motivo de la celebración del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, que se celebra el último miércoles del mes de abril, queremos hacer un llamamiento para reclamar que nuestras viviendas cuenten con niveles de eficiencia que garanticen la protección de nuestra salud, no sólo desde el punto de vista térmico, sino también acústico. Y esta protección debe asegurarse tanto frente al ruido del exterior como del interior del edificio, cuestión que, a día de hoy, en la mayor parte de nuestro parque de viviendas, no lo tenemos garantizado.

¿Qué proponemos? La solución es la misma que proponemos para proteger nuestra vulnerabilidad energética o para reducir nuestra demanda de energía, y no es otra que apostar por aislar nuestros edificios, prestando importancia tanto al aislamiento de la envolvente térmica del edificio como a la adecuada protección de los tabiques y las divisorias interiores. Y ante esta situación queremos plantear una hipótesis.

Hasta el año 2013 no se aprobó y entró en vigor el Real Decreto 235/2013, que regulaba la certificación de la eficiencia energética de los edificios y comenzaba a visibilizar la componente energética en el conjunto de criterios que se podrían tener en cuenta a la hora de alquilar o comprar una vivienda. Esta herramienta ha permitido visibilizar cuestiones tangibles, como el ahorro económico que puede conseguirse al adquirir o alquilar una vivienda de alta eficiencia frente a una de baja o muy baja eficiencia energética. Pero también, con esta información, podemos valorar ciertos intangibles como la mejora del confort, la calidad de vida o la protección de la salud que proporciona una vivienda de alta eficiencia energética. Probablemente si nos preguntaran, estos intangibles obtendrían una valoración económica mucho mayor, incluso, que los ahorros energéticos (y económicos) que podemos deducir a partir de la información del certificado de eficiencia energética.

Ahora bien, os planteamos la hipótesis anunciada. Imaginemos que en 2017 se aprobase un Real Decreto que regulase la certificación de los niveles de protección frente al ruido y que obligase a mostrar una etiqueta de protección frente al ruido en las viviendas que estuvieran en venta o alquiler, análoga a la etiqueta de eficiencia energética, visibilizando esta importante característica de la vivienda. ¿Qué valor les darías al hecho de poder descansar adecuadamente, no escuchar el ruido de los vecinos o el tráfico de la ciudad? Y si para ti, este valor es alto, ¿cuánto pagarías por vivir en una vivienda que protege la salud de tu familia frente al ruido?

Se trata sin duda de una hipótesis para que reflexionemos con motivo del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, y no olvidemos que el aislamiento de nuestra vivienda es el primer paso imprescindible para conseguir un mayor confort, salud y seguridad.