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Edificios, ciudadanos y cambio climático

Si alguien te dijera que existe una fuente de energía que contribuye a la lucha contra el cambio climático, ahorra millones de euros, es inagotable, mejora nuestra salud, reduce los índices de pobreza energética, genera empleo sostenible, corrige desigualdades sociales… entre otras ventajas, ¿la apoyarías?

Con ese planteamiento se puso en marcha a finales de 2010 una plataforma, la Coalición para el Ahorro Energético www.energycoalition.eu, integrada por diferentes asociaciones profesionales y civiles europeas.

La pregunta es retórica…o debiera serlo, ¿verdad?. Si, claro, por supuesto que la apoyaríamos. Y se trata además de una pregunta que tiene una respuesta: la Eficiencia Energética es esa fuente “milagrosa.

Los últimos datos contrastados que se conocen, muestran que el camino que llevamos conduce apenas a un ahorro energético para el conjunto de la UE del 9% en 2020, muy por debajo del 20% que nos propusimos en el célebre triple objetivo 20/20/20. Si tenemos en cuenta que esa reducción del 20% supondría un ahorro medio de 1.000 euros por cada hogar europeo y que permitiría evitar la emisión de 560 Tn CO2 a nuestra castigada atmósfera se puede entender la magnitud de la oportunidad que estamos perdiendo.

Añadamos algo más…que sin duda ya sabemos. Más del 40% del consumo energético total europeo se debe a sus 160 millones de edificios. Entre el 50% y el 70% de ese consumo se destina a calefacción y refrigeración. Y empleando soluciones técnicas de probada eficiencia y viabilidad económica podríamos llegar a ahorrar hasta un 90% de la energía que destinamos a acondicionar térmicamente los espacios en los que vivimos y nos desenvolvemos. Podemos seguir acumulando datos para concluir algo que nadie se cuestiona hoy:

“el sector de la Edificación ofrece hoy el mayor y más económico potencial de reducción de emisiones de CO2 a nivel mundial”

Una apuesta decidida por medidas eficaces y viables económicamente de ahorro energético en los edificios europeos nos llevaría a una reducción de 460 millones de Tn de CO2, ¡superior al compromiso global de Kyoto!

Si lo tenemos tan claro, si todo el mundo lo tiene tan claro… ¿dónde está el problema?

Paul C Stern, Director del Comité Permanente para la Dimensión Humana del Cambio Global de la Academia de Ciencias de EEUU, declaraba en una conferencia impartida en Madrid en 2009 bajo el título “Consumo energético y ciudadanía responsable” que deberíamos plantearnos esta reducción de consumo energético y emisiones en dos niveles.

- Un primer nivel que podríamos denominar como de Eliminación del despilfarro y que sería previo a una segunda etapa en la que hablaríamos de Ciudadanía Responsable, implicada en la conservación del Medio Ambiente.

Veámoslo con un ejemplo: un edificio construido sin criterios de eficiencia energética es un gran derrochador de energía. Si estamos hablando de un edificio nuevo a construir la Eliminación del despilfarro pasa por hacerlo teniendo en cuenta los conceptos de diseño bioclimático que hoy conocemos bien y aprovechando todas las medidas pasivas de las que disponemos :

aislamiento óptimo de la envolvente, acristalamientos eficientes, estanqueidad y sistemas de ventilación adecuados

con el fin de conseguir que ese edificio consuma hasta un 90% menos de la energía que, en otras condiciones, destinaría a su calefacción y refrigeración. ¿Cuales son las consecuencias para las personas que van a ocupar ese edificio?: menor consumo energético, ahorro económico indiscutible y mayor confort que se traducirá en también en mejor salud.

Una vez hecho esto y, si se me permite, entonces y sólo entonces nos habríamos ganado el derecho a proponer al ciudadano que, por ejemplo, ajuste a un punto de consigna razonable la temperatura del termostato de su calefacción o aire acondicionado.

Es decir, asegurémonos en primer lugar de que esa persona disfruta de un edificio eficiente, respetuoso con el medio ambiente y que demanda una cantidad razonable de energía y propongámosle luego que de un paso más y contribuya a la mejora propia y global con cambios de hábito más sostenibles.

Dice Paul C. Stern que esta eliminación del despilfarro choca con dos tipos de barreras, las que denomina barreras de entorno y las que bautiza como barreras psicológicas.

Así por ejemplo, en relación con las primeras, las posibilidades que tenemos como ciudadanos de ahorrar energía y evitar emisiones de CO2 en los edificios que ocupamos se ven enormemente dificultadas por un hecho bastante obvio pero no por ello menos importante : las decisiones relativas a la eficiencia energética que sería exigible para nuestras viviendas no las tomamos quienes las habitamos, sino quienes las promueven y construyen y, antes incluso, quienes establecen las leyes que determinan como deben ser construidas.

Pero además de estas dificultades que podríamos llamar externas, hay otro tipo de barreras que nos están impidiendo reducir el despilfarro energético de nuestros edificios y que pueden considerarse como psicológicas.

La primera, tal vez la más difícil de resolver: la energía que perdemos a través de nuestras fachadas, cubiertas y vidrios ineficientes… es invisible. Si pudiéramos verla sin duda nos llevaríamos las manos a la cabeza y haríamos algo por minimizar tamaño derroche.

Una segunda dificultad tiene que ver con una cierta heurística cognitiva: incluso conociendo el problema que tenemos, prestamos mayor interés y apoyo a aquellas medidas que nos resultan más fáciles de comprender aunque no sean necesariamente las más efectivas. Baste un ejemplo: el indiscutible éxito que ha tenido en nuestro país la campaña para que apaguemos el standby de nuestro electrodomésticos: Estamos hablando de una pequeña luz, un piloto que podemos ver y nos está señalando que estamos teniendo una pérdida energética. En cuanto a lo que la medida tiene de eficiente…invito a cualquiera a que haga unos cálculos sencillos y compare estos ahorros con los que se podrían conseguir si fuéramos más ambiciosos a la hora de fijar los parámetros de eficiencia energética bajo los que deben construirse nuestras viviendas.

Existe además una tercera barrera psicológica nada desdeñable y que me anima a saludar con ilusión esta publicación que hoy echa a andar: todos tenemos una cierta tendencia hacia una economía del esfuerzo intelectual. Aceptemos que los ciudadanos estamos cada vez más concienciados en lo que se refiere a la necesidad de reducir drásticamente nuestro impacto sobre el medio que nos rodea. Pero esa mayor sensibilización no implica que estemos dispuestos a convertirnos en expertos sobre estos temas. Necesitamos informaciones fiables, objetivas, contrastadas y adaptadas tanto a nuestras posibilidades intelectuales como al tiempo que podemos dedicar a asimilarlas. O, si le damos la vuelta, somos hasta cierto punto “presa fácil” para otras informaciones igualmente asequibles, pero no siempre tan objetivas.

Y en este punto me gustaría insistir. Porque alguien parece empeñado en que asociemos ahorro energético con esfuerzo y sufrimiento. Y sin duda con esfuerzo personal y cambios de hábito conseguiremos reducir nuestra huella energética y medioambiental. Pero creo que no estaría de más que empezáramos a defender que la eficiencia energética y la reducción del impacto medioambiental de los edificios que ocupamos es una obligación para todos, si, pero también un derecho. Tenemos derecho a disponer de edificios eficientes y respetuosos con el entorno y que no sólo no van comprometer nuestro nivel confort actual sino que incluso van a mejorarlo a la vez que nos permiten un ahorro económico considerable. Y tal vez nuestra mayor obligación sea la de informarnos bien y exigir estos edificios, tanto a quien se ocupa de construirlos como a aquellos que tienen en su mano decidir las leyes que van a establecer como deben ser construidos.

Y si se me permite trasladar ese derecho a nuestro ámbito más cercano, tenemos derecho a exigir que, de una vez por todas, se finalice en nuestro país la implementación del Etiquetado energético de edificios nuevos, que debería estar operativo y a pleno rendimiento desde 2007 y a día de hoy solo se ha completado en 8 Comunidades Autónomas. Y tenemos derecho a exigir que se apruebe ya y se implemente este esquema de certificación también para los edificios existentes.

Y ¿por qué señalo esto y por qué es tan importante? Porque la etiqueta energética es una herramienta de gran valor para, de alguna forma, hacer visible lo invisible y darme la información que necesito para saber si la vivienda que voy a comprar o alquilar está construida o rehabilitada con los criterios adecuados de eficiencia energética. Y porque se trata de un esquema que no exigirá un gran esfuerzo intelectual, los ciudadanos estamos ya acostumbrados a su uso para equipos electrodomésticos y de iluminación. Un dato que ilustra esta realidad: a finales de 2010 se habían etiquetado en España algo menos de 1.800 viviendas. Nuestros vecinos de Portugal superaban en esa misma fecha los 400.000 certificados.

Tenemos también derecho a que el Código Técnico de Edificación se revise ya y lo haga con criterios muy ambiciosos en términos de reducción de la demanda de energía de nuestros edificios, para alinearnos con el resto de países europeos en el camino hacia los edificios de consumo casi nulo de energía (Nearly Zero-Energy Buildings) que Europa se ha propuesto como objetivo para 2020. Dos comentarios en relación con este derecho :

“Se debe dar máxima prioridad a los niveles de aislamiento térmico de la envolvente de las viviendas. Los criterios considerados deberían ser mucho más exigentes que los fijados en el actual Código Técnico de Edificación, próximos al estándar de casas pasivas “

Esta información se recoge en el estudio presentado a finales del `pasado año por WWF : Potencial de ahorro energético y de reducción de emisiones de CO2 del parque residencial existente en España en 2020 (assets.wwfspain.panda.org/downloads/informe_potencial_final.pdf).

“A día de hoy, si comparamos una fachada de una hipotética vivienda situada en Irún o Girona con la misma fachada de esa misma vivienda ubicada en Hendaya o Perpignan, nos encontramos con que, al lado de la frontera, las pérdidas energéticas que se le permiten son un 45% inferiores. Y eso hoy, sin tener en cuenta que la legislación francesa cambia, se endurece aún más, a 1 de enero de 2012.

En definitiva, el mayor potencial de reducción energética y de emisiones de gases de efecto invernadero se encuentra hoy en nuestros edificios. Para aprovecharlo necesitamos leyes ambiciosas que apuesten por una eliminación total del despilfarro actual y nos permitan alinearnos con los objetivos europeos para 2020. Y necesitamos también que se nos proporcionen herramientas e informaciones veraces y accesibles para que podamos exigir a quien corresponda en cada caso ese derecho que tenemos a disfrutar de viviendas cada vez más eficientes y respetuosas con el medioambiente. Por eso es tan importante la iniciativa que se pone en marcha aquí y hoy desde ACA a la que nos sumamos con ilusión y entusiasmo.

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Artículo incluido en la presentación de la nueva publicación digital sobre sostenibilidad, ITACAmbiental.