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"Primero, la eficiencia energética"

Quiero empezar este artículo explicando su titular. Se trata de una copia literal de un entrecomillado que aparece en el “considerando 7, DIRECTIVA (UE) 2018/844 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO de 30 de mayo de 2018 por la que se modifica la Directiva 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios y la Directiva 2012/27/UE relativa a la eficiencia energética” al respecto de la renovación del parque existente de edificios. Si bien todos sabemos que las Directivas europeas no tienen un rango de ley, no podemos olvidar que obligan a adaptar sus contenidos a la legislación de cada país, más conocido como transposición, y este titular, deberá ser transpuesto de algún modo en los próximos 20 meses.

El planeta no se podía permitir esperar más, España y Europa tampoco y esto exige que se fije un rumbo decidido en las políticas estatales y europeas. En nuestro país, la llegada del nuevo equipo de gobierno parece ofrecer la oportunidad de hacer realidad peticiones que caían por su propio peso. Una de ellas ya se ha constatado a las primeras de cambio, y ha sido la integración de los aspectos ambientales y energéticos en un único Ministerio, en concreto, en el nuevo Ministerio para la Transición Ecológica.

En segundo lugar, la respuesta de España ante Europa parece ser más ambiciosa y se ha mostrado un mayor compromiso por modificar el modelo energético actual y avanzar hacia otro escenario donde haya una apuesta más decidida por la eficiencia energética y por el incremento de la contribución de las energías renovables, además del paulatino descenso en el uso de energía nuclear y el establecimiento del fin del uso del carbón.

Desde la Fundación La Casa que Ahorra siempre nos ha preocupado y hemos insistido en la necesidad de definir objetivos de eficiencia energética ambiciosos, y a poder ser vinculantes, ya que son los que pueden permitir que demos el primer paso: reducir la demanda energética. Si no somos lo suficientemente ambiciosos a la hora de apostar por las medidas que permitan mejorar la eficiencia energética, corremos el riesgo de apostar por un modelo que siga demandando más energía de la necesaria, a pesar de que sea energía más limpia según se incrementa la proporción de las energías de origen renovable.

Aunque ambos objetivos, eficiencia energética y energías renovables, deben ir de la mano, la eficiencia energética debe situarse en el primer escalón. Es fácil entender el por qué. Pongamos un ejemplo, ¿Qué harías si tuvieras un depósito con pérdidas de un líquido que compras a alto precio, que necesitas para la actividad que desarrollas y que además genera un gran impacto sobre el medio ambiente cuando lo utilizas? Parece evidente que primero te preocuparías por evitar las pérdidas en tu depósito, y después buscarías en el mercado un sustitutivo que te sirviese para el mismo fin, que no generase daños sobre el medio ambiente y, a poder ser, que fuese más barato. Acabarías cumpliendo con la máxima empresarial de evitar pérdidas y obtener beneficios económicos, y un compromiso en Responsabilidad Social Corporativa. Esta es la filosofía del lema “primero, la eficiencia energética”.

Desde el sector de la edificación -responsable en España del 32% total del consumo de energía, y una cifra similar en emisiones de CO2- hay que empezar por reducir las necesidades energéticas, no sólo por un ahorro tanto en emisiones GEI como en el bolsillo, sino porque tiene un impacto notable en la salud de los ocupantes de los edificios. Un estudio elaborado en 2016 por IREC (Institut de Recerca de l’Energia de Catalunya) para nuestra fundación, ponía en valor que los edificios que por sí mismos (es decir, sin aportes energéticos adicionales) no son capaces de mantener las condiciones de temperatura y humedad adecuadas, son causantes de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, del sistema digestivo e incluso, generadores de mayores tasas de mortalidad. No parece lógico que, para conservar nuestra salud, debamos escoger entre nuestro bolsillo o contaminar el planeta. Nuestros edificios deberían ser quiénes cuidan de nuestra salud, y de momento no es así en gran parte de nuestro parque.

Respecto al contexto europeo, ya ha sido publicada la Directiva 2018/844 que modifica y actualiza las Directivas de Eficiencia Energética y la Directiva de Eficiencia Energética de los Edificios y se ha conocido el acuerdo no vinculante al que se ha llegado por parte del Parlamento, el Consejo y la Comisión Europea para el año 2030 en relación al objetivo de ahorro de energía, establecido finalmente en el 32,5% (y el 0,8% anual) que deberá refrendar el Pleno del Parlamento Europeo y los ministros de los Estados. ¿Es suficiente? Visto desde el valor anterior que marcaba un 27% parece que mejoramos, pero hubiésemos preferido apostar por el 35% que el nuevo gobierno español propuso y estaba dispuesto a asumir.

Por otro lado, además de la necesaria coordinación de estrategias de renovables y eficiencia energética y del establecimiento de objetivos ambiciosos, necesitamos huir de los errores del pasado con Ministerios que tenían objetivos a corto plazo distintos y que no nos permitían ver un medio plazo esperanzador con políticas integradas. Por ello, creemos que debemos exigir que exista coordinación interministerial para que los objetivos que se establezcan en sectores como el de la edificación, estén alineados con los planes energéticos y medioambientales. Por ello, debemos exigir que se coordinen las estrategias del Ministerio de Fomento con las del Ministerio para la Transición Ecológica, para ser realmente eficientes en la gestión de los recursos públicos.

En línea con lo anterior parece razonable que la próxima Estrategia para la rehabilitación de edificios, documento que tiene por finalidad establecer el ritmo y la profundidad de las actuaciones en las próximas décadas, esté alineada con los objetivos de eficiencia energética que, aunque no vinculantes, si confiamos que sean aceptados por nuestro país, y que dicha Estrategia se convierta en el documento guía realmente impulsor de criterios, prioridades, planes y medidas. Así mismo, las normativas que están pendientes de actualización, como el Código Técnico de la Edificación deben establecer estándares muy ambiciosos de reducción de la demanda de energía a través de una clara definición del EECN. Pero estamos a 6 meses de que todos los edificios públicos que se construyan en España deban ser EECN, y nuestros EECN sólo sabemos que serán edificios que cumplan con el CTE en vigor. ¿Será la Administración ejemplarizante con los proyectos de sus nuevos edificios? Es su momento.

Necesitamos tener un marco normativo estatal adecuado y ambicioso que considere la eficiencia energética de forma prioritaria a modo de paraguas. En este marco la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética deberá dar pasos decisivos y establecer objetivos sectoriales que permitan llevar a cabo una transición energética justa y sostenible. El Informe de Expertos, encargado para la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, hacía una serie de consideraciones para el sector de la edificación, además de la mencionada definición en España a los NZEB, se mencionaban, entre otras, la puesta en valor de la certificación energética de edificios, la generación de nuevos instrumentos de financiación e incentivos fiscales y la mejora de la información y asesoramiento a la ciudadanía.  Desde nuestro punto de vista, este informe fue una concesión al poderoso sector energético, pues casi sugería la electrificación absoluta de las viviendas, cuando en algunos de sus gráficos metodológicos se apreciaba que las mejoras de aislamiento de los edificios eran las que tenían el mayor potencial de reducción de emisiones, pero en base a un tratamiento coste-eficiencia no las proponían como prioritarias. Nos preguntamos si internalizaron costes como los sanitarios (medicinas, hospitalización, bajas laborales) debido a la baja calidad de la vivienda como demostramos en el informe anteriormente mencionado, que nos preparó el IREC. Es muy posible que esa percepción fuese otra.

La coordinación entre normativas, ministerios y estrategias es más necesaria que nunca para conseguir frenar los efectos del cambio climático y contribuir desde los diferentes sectores. En el caso de la edificación, responsable del 36% de las emisiones de CO2 de la Unión, el principio básico que debe primar la coordinación pasa por apostar, primero, por la eficiencia energética.

Estamos ante un momento de oportunidad, apostemos de forma decidida.

ALBERT GRAU

Gerente de la Fundación La Casa que Ahorra

www.lacasaqueahorra.org

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